miércoles, 2 de noviembre de 2016

Historia de la pesca

HISTORIA DE LA PESCA
La pesca es, sin lugar a dudas, una de las primeras actividades del hombre encaminada a satisfacer sus necesidades alimentarias. A lo largo del tiempo y al igual que ocurrió con otras actividades de primera necesidad, se derivaron actividades paralelas a la necesidad, actividades deportivas.
Podemos remontarnos a los inicios de la pesca marina bajo su forma más simple, tal como se practicó en las costas europeas durante la Edad de Piedra. En un principio la pesca se limitaba a una simple recolección, principal actividad del hombre prehistórico, que durante la bajamar recolectaba cangrejos, pequeños peces y bivalvos que encontraba al descubierto. También se utilizaron los ingenios habituales de caza, tales como la lanza, el arco y las flechas, tanto en las aguas continentales como en el mar.
De esta manera la pesca se asimiló a la caza, de cuyo hecho nació una interesante ocupación para los hombres, mientras que la fastidiosa tarea de la recolección se dejaba para las mujeres y los niños. Sabemos, por las inscripciones rúnicas, que en toda esta actividad desempeñó un gran papel el arte de la hechicería. Asimismo, se han encontrado grabados en piedra representando peces, como el Halibut encontrado en Stavanger, Noruega.
Los primeros anzuelos fueron agujas puntiagudas por ambos extremos, en forma de huso, como las que todavía utilizan ciertos pueblos primitivos. A pesar de que el anzuelo en su forma típica fue inventado más tarde que la flecha y el arpón, era conocido también en la Edad de Piedra. Se tallaban anzuelos en piedra, cuerno, hueso y madera, pero hay que tener en cuenta que no fue inventado simultáneamente en todas partes. En Australia y gran parte de Africa el anzuelo fue introducido por los árabes y los europeos. El anzuelo tenía ya en la Edad del Bronce y al comienzo de la del Hierro la forma ideal con que hoy lo conocemos.
Asimismo, pronto empezaron a tejerse nasas utilizando ramitas de sauce con una técnica que ha perdurado hasta nuestros días (nasas para anguilas y bogavantes). En los ríos y ensenadas se construían diques que encaminaban los peces hacia el interior de trampas astutamente dispuestas. En las tierras del interior las redes eran utilizadas en las luchas y para capturar aves, pero bien pronto aprendieron los hombres a utilizarlas también para capturar peces construyendo cercos y redes de fondo.
Los peces atrapados eran cortados, secados al sol o ahumados para así poderlos conservar.
Durante la Edad del Bronce y los comienzos de la del Hierro, la construcción naval hizo progresos enormes. Pronto se abandonaron las balsas y las piraguas (hechas con pieles de animales o vaciando troncos de árboles) para construir embarcaciones impulsadas a remo o a vela.
La pesca sirvió, en un principio, para subvenir a las necesidades individuales, pero enseguida el incremento de la producción a causa de esta actividad hizo nacer un comercio floreciente.
Poco a poco se fueron aprendiendo las propiedades conservante de la sal.
Hace ahora 3000 años que el comercio del pescado salado y seco era uno de los más florecientes del área mediterránea. Los fenicios, en especial, llevaban a cabo con este producto un comercio activísimo, según atestiguan los nombres de muchas ciudades: por ejemplo, Sidón, significa "pueblo de pescadores". Todavía tuvo que transcurrir un milenio antes de que los conocimientos sobre la conservación del pescado por medio de la sal llegasen a los pueblos del Norte de Europa.
En la Edad Media, en la Europa medieval era imposible transportar el pescado fresco a distancias considerables. Sólo en los propios lugares de pesca o en otros muy próximos era posible encontrar pescado fresco de procedencia marina. En el interior tan sólo cabía la posibilidad de obtenerlo de las aguas dulces, que desempeñaban en aquel entonces un papel mucho más importante a este respecto que hoy. Los peces comerciales de mayor importancia en el Norte de Europa era, al igual que hoy, el arenque y el bacalao. La sal se convirtió en una materia prima de gran importancia. El agua de mar era llevada a salinas, donde, bajo la acción del sol y del viento, se evaporaba cristalizando la sal. En los países del Norte de Europa,  poco soleados, la evaporación se efectuaba calentando el agua del mar, con fuego de leña o carbón, dentro de grandes recipientes especiales. Los bosques de Inglaterra, Holanda y Dinamarca fueron las víctimas de esta explotación devastadora.
A finales de la Edad Media la sal fue gravada con un pesado impuesto, como lo son en nuestros días el tabaco y el café; ello dio lugar a un comercio clandestino contra el cual se dictaron medidas de control y leyes.
La pesca del arenque empezó a desarrollarse en la costa oriental de Inglaterra alrededor del año 1000. En aquella época Yarmouth era uno de los lugares de pesca más importantes. Simultáneamente la pesca se extendió por el Canal de la Mancha y el sur del Mar del Norte, en aguas de Dieppe, Calais y los Países Bajos.
La técnica de la pesca a lo largo de la historia, se ha ido perfeccionando hasta alcanzar los sofisticados métodos actuales. Utensilios y aparejos han ido adaptando los niveles de evolución humanos, llegando desde los primitivos anzuelos de madera o hueso a los actuales de materiales.
El anzuelo, uno de los útiles que hace más tiempo fabrica el hombre, se utiliza todavía hoy en el mundo entero, habiéndose ideado de él unos 4000 tipos diferentes. En la Europa Occidental y Septentrional la demanda de anzuelos es satisfecha sobre todo por firmas inglesas y noruegas. Se forjan en acero, raramente en latón y con gran frecuencia son galvanizados para que no se oxiden.
Las diferentes partes de un anzuelo son : la cabeza, la caña, el codo y la punta. La cabeza puede ser aplanada o presentar un agujero lo cual permite empatillarlo sólidamente al sedal. La punta por lo común posee una lengüeta que impide el retroceso del anzuelo (muerte) una vez clavado.

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